El mes pasado, fui a Villanova a un juego de baloncesto de mi ex-escuela en Houston. A mi por ser graduada, me dieron un boleto de la sección de estudiantes y me senté con un grupo de amigos detrás de la banda. Fue increíble. Los estudiantes con los que me senté se tomaban el juego muy en serio. Cuando el equipo anotó, se volvían locos y cuando le anotaban al equipo, se les iba el aliento, sin embargo seguían animando al equipo desde la banca.

Al medio tiempo subí a sentarme junto a mi novio que había comprado boletos de avión para venir conmigo y un boleto de sección regular para el partido ya que como él no era un estudiante de la escuela, no podía estar en la sección de estudiantes. Estábamos sentados y conversando con los fans de Villanova que nos rodeaban y me preguntaban como estaba la sección estudiantil y cómo era tan grande la energía que se vivía ahí.

«Por supuesto que es irreal» dije, «es agotador también» y me reí «pero definitivamente vale la pena».

Una vez que el juego comenzó de nuevo mis amigos se voltearon hacia mí y me preguntaron cuándo regresaría. Le expliqué que estaba pasando la segunda mitad con mi novio a la que me dijeron, ¿en serio? Y mi novio en broma dijo «amor verdadero». El tipo más cercano a nosotros nos miró y muy genuinamente dijo: «guau, bueno para ustedes».

Este hombre junto a nosotros realmente no admiró que dejé la sección de estudiantes. Admiraba un amor dispuesto a sacrificarse por el bien del otro. Él admiraba un amor que era auténtico y alegre en ese sacrificio. Él admiraba un amor modelado después del amor más grande que el mundo ha sabido siempre.

Y si supiera que el Amor se le está ofreciendo cada segundo.

¿Que es el amor?

Vivimos en un mundo lleno de cosas que «amamos». Me encanta el chocolate y el café. Me encanta el olor justo antes de que nieva. Amo a mi mamá. También me encantan los tacos. El amor es una cosa difícil.

Muy a menudo en nuestro mundo el amor se parece a lo que se siente bien o lo que funciona mejor para mí. Las relaciones duran hasta que no las «sientas» bien. Vemos a las personas que usan a otros por conveniencia o para evitar la soledad. Incluso oímos hablar de matrimonios que duran menos de dos años, como si fuera un matrimonio de iniciación o prueba.

Esto es absurdo. Este es un amor que toma y nunca da. Este es un amor del mundo. Esto no es lo que estamos llamados.

Somos llamados al amor glorioso, ordenado, difícil, que se sacrifica, es bello y duro. El amor que se sacrifica dice constantemente «¿qué puedo hacer por el bien del otro?» No, «¿qué puedo obtener de esto?» El amor que se sacrifica dice que voy a lavar los platos porque mi mamá ha estado muy estresada y eso le quitaría algo de estrés. El amor que se sacrifica dice que voy a esperar para tener relaciones sexuales porque respeto a mi novio o novia como una persona y no quiero tratarlos como un objeto para ser utilizado. El amor que se sacrifica dice que el tiempo de calidad juntos es más importante que los asientos de la sección estudiantil para un juego de baloncesto.

El amor que se sacrifica es duro porque no te da recompensas inmediatas. No hay la misma gratificación instantánea que viene con hacer algo que se siente bien en el momento. No se sentía muy gratificante alejarse de mis compañeros viendo a nuestro equipo una última vez, pero viendo a mi novio disfrutar del juego hizo una experiencia compartida realmente especial que siempre recordaremos.

Para vivir un auténtico amor que se sacrifica debe hacerse desde un verdadero amor y no de un deber. Cuando vivimos de un lugar de deber nos pesan las cosas que hacemos por otros y el sacrificio se convierte en una tarea. Cuando vivimos con amor, el sacrificio nos permite traer el amor a los demás y nos trae alegría al saber que hemos servido a otros con el amor de Dios.

No estaba en las gradas de arriba porque tenía que hacerlo, fui a sentarme con mi novio porque lo amo, y quería disfrutar del juego con él y en el proceso pudimos ser testigos del amor de Dios hacia los demás. Esa es la belleza del amor que se sacrifica. Incluso en cosas tan aleatorias como los juegos de baloncesto, Dios puede y quiere trabajar la conversión en nuestros corazones y los corazones de quienes nos rodean. Él siempre quiere que veamos y conozcamos Su amor.

Dios no se rinde

Si mi compañero de Villanova no hubiera visto el amor, no lo habría pensado en los últimos cuatro. Dios siempre está presente y Él siempre nos persigue. Él nos está implacablemente amándonos. Nosotros en lugar de mirar hacia Él, volteamos a nuestros teléfonos o a Instagram o a nuestros amigos o Netflix o snapchat.

Miramos cosas terrenales que nos dicen que el amor es acerca de conseguir lo que quieres o lo que te hace sentir bien. Miramos a otros y queremos ser ellos o ser como ellos en lugar de mirar a Dios y dejar que Él nos llame por nuestro nombre, «amados». Debemos dejar que Él nos ame antes de que podamos mostrar ese amor a los demás.

Ruego que tú y yo permitamos que nuestros ojos se abran a todas las formas en que Dios se está revelando a nosotros hoy y mañana y al día siguiente y el resto de nuestras vidas. Nunca se detiene. Él nunca se dará por vencido. Nunca se aleja. No importa cuánto tiempo nos tomemos para reconocerlo, Él siempre aparecerá con los brazos abiertos, listo para caminar con nosotros en paz, y nos ofrecerá el amor verdadero para que nuestros corazones puedan desbordar y difundir ese amor a todos los que nos encontremos.

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