Por Alan F. Romero

El coordinador comparte tantas veces su corazón con su comunidad, que en ocasiones se olvida de el mismo y el corazón termina agotado, desgastado, e inclusive vacío, haciendo sentir al coordinador como si en realidad el camino que tanto le cuesta seguir, no tuviera un significado. Yo llegue a tener un corazón que, de tanto desgaste, se hizo frio, crudo, y con una textura de piedra. Me alejé de la Iglesia cuando creí que no podía existir un Dios que permitía tanto sufrimiento y maldad en el mundo. Deje de ir a celebrar misa los Domingos por recibir burlas de mis compañeros de escuela. Deje de rezar por que sabía que mis acciones no reflejaban la imagen de un Católico. En fin, empecé a desarrollar la idea de que no necesitaba a Dios en mi vida. Todo iba bien; tenía de los mejores promedios de mi generación, tenía oportunidades de jugar fútbol profesional, tenía todo, pero en un corazón vacío. Fue en ese entonces que cuando pensé que mi vida estaba resuelta, un diagnóstico me quito la venda de los ojos. A mis quince años fui diagnosticado con Leucemia.

Para no entrar en detalles, mi tipo de Leucemia era poco común; era más frecuente en personas de la tercera edad y apenas 2 de cada 10 personas sobrevivían. Cualquiera creería que lo primero que hice fue llorar, pero no. Mi corazón de piedra solo tuvo la desfachatez de voltear al cielo y decir: “Estamos iguales, ya no te debo nada”. Era tanto mi coraje de que me arrebataran todo por lo que había trabajado que de verdad pensé que Dios ya no iba a ser nada para mí, que alguien que se supone que me amaba tanto dejaba que esto le pasara a un joven que nunca había hecho otra cosa que no fuera deportes y escuela. El enojo duro tanto que nunca dejé que una asociación, un amigo, un familiar, me visitara durante mis 9 meses que estuve en tratamientos de radiación y quimioterapia porque sentía que me tenían lástima. Era tan soberbio, que no iba a permitir que la gente se quedara con la imagen de que yo era débil. Pero todos tienen su punto de quiebre, y yo lo aprendí de la manera difícil.

En toda mi enfermedad confieso que no rece ni pedí misericordia de Dios, al final de cuentas, no nos debíamos nada y yo estaba respondiendo bien al tratamiento. Pero para los que han sufrido una enfermedad mortal como el Cáncer o han estado en contacto con alguien que lo ha sufrido, saben que las cosas pueden empeorar en un parpadeo. Nunca me sentí mal físicamente, pero en mi último mes de tratamiento experimente dolores que hasta el día de hoy recuerdo y la piel se me eriza. Llegó un momento donde sabía que en cualquier momento me iba a ir. Estaba consciente de que, si cerraba los ojos al dormir, había la posibilidad de no volver a abrirlos. En un momento de terror y angustia, mi soberbia la opacó un poco de humildad que aún habitaba en mi ser. Decidí ir a la capilla del hospital, ponerme enfrente del altar, y aun con poca vergüenza decidí negociar mi vida con Dios. Prometí que, si sobrevivía la enfermedad mortal, regresaría a la Iglesia, que por lo menos haría mi curso de Confirmaciones. En un acto divino de Dios, me dieron de alta del hospital a la semana de la negociación.

Es cierto que el corazón solo tiene chapa por dentro, y por mucho que Dios toque la puerta, no puede entrar si tu no le abres. Si, no llegue a la Iglesia de la manera más normal ni de la manera más fácil. Aun después de lo que había vivido asistí a la Iglesia por el compromiso que había hecho con Dios. No esperaba sacar nada extra de la enfermedad. Solo quería enterrarlo como una mala experiencia del pasado, saldar mis cuentas con Dios, y regresar por lo que había dejado en pausa. De verdad nunca pensé que el joven que en un momento reto a Dios, se convertiría en un devoto predicador y coordinador de su parroquia local. Fue dentro de la parroquia que me di cuenta de los motivos de mi enfermedad. Deje de cuestionarle a Dios el porqué de mi enfermedad, deje de pedir motivos, o respuestas de que si había hecho algo malo para merecer la Leucemia y empecé a pedirle a Dios que es lo que quería que hiciera con lo que había vivido. Siendo sincero, entre más vivo, más razones se me van presentando del porque pase por esa experiencia. Y sin duda alguna, entre más cerca estaba de Dios, más claro podía escuchar lo que quería de mí, y eso no hubiera sido posible si no hubiera tomado la mejor decisión de mi vida que fue servir como coordinador.

Si, así veo mi proceso. Tuve que estar al filo de la muerte para que cambiara mi forma de ser. Y una de las razones del haber sobrevivido a la Leucemia fue para tener un testimonio que compartir siendo un coordinador. Ser un servidor de Dios no es el camino más fácil de seguir; usualmente este está lleno de persecuciones, prejuicios, ataques, disgustos, y mucho trabajo. Se los dice alguien que ya estuvo de los dos lados del escritorio. El trabajo de un coordinador parroquial es estar lleno del amor de Dios para que toda su imagen refleje lo que la Santa Iglesia enseña. Hay momentos en que el coordinador ni siquiera puede llegar a sentir una conexión con su propia comunidad a causa de conflictos tanto internos como externos. Inclusive puede haber escenarios donde uno ponga todo de su parte y aun así sienta que no pertenece a la misma religión por la que es tan devoto. Es en ese momento cuando el coordinador se detiene y cuestiona el valor de su trabajo.

    Un servidor con un corazón agotado es similar a un doctor que se encuentra enfermo. El doctor no puede atender de la manera correcta aun paciente enfermo si el mismo no está en las óptimas condiciones para curar a su paciente. De esta misma manera, el coordinador no puede predicar de la manera correcta ya que le falta motivación y amor para reflejar el verdadero rostro de la Iglesia. Si el coordinador toma en cuenta que el o ella podría llegar hacer el único vínculo que un joven tiene con la Iglesia en toda su vida, este trabajo aparte de demandante empieza a ser una causa de estrés en el coordinador, ya que tiene un tiempo muy limitado para provocar un impacto en el joven. Y para el coordinador, el fallar en tener un impacto o provocar un cambio en alguno de los jóvenes que tiene a su responsabilidad, es el fallo más grande que pueda lamentar en su llamado a ser coordinador.

Dejando de lado los conflictos personales del coordinador, este puede llegar a enfrentar múltiples disgustos con la comunidad en la que sirve, creando otro factor por el cual la predicación del coordinador no pueda ser efectiva, y en casos extremos puede llevar al coordinador a abandonar su comunidad. Es un hecho que hay personas que se sienten menos cómodas trabajando en equipo, o que tienen sus propios métodos de predicar, los cuales muchas veces pueden llegar a ser del desagrado de sus compañeros. Los ataques y persecuciones de las que tanto hablamos pueden venir hasta de la misma comunidad que rodea al coordinador. Son varias las ocasiones en las que la comunidad se agrieta por conflictos internos que surgen entre compañeros. Si así está el panorama, ¿qué sentido o motivación tiene el coordinador a servir?

Podríamos estar aquí todo el día subrayando los problemas y/o conflictos que destruyen la esperanza del coordinador para servir, pero las razones detrás de este servicio son más grandes que aquellas que tratan de destruirlo. Quien sea o esté considerando ser coordinador de algún grupo parroquial, es porque esta persona ha podido ver el paisaje que se encuentra detrás de todo el desorden que mencionamos ya. La persona que haya querido seguir aprendiendo de Dios, aunque el mundo le dé razones para no hacerlo, es porque ha encontrado a alguien que ofrece algo que el mundo no tiene a la venta. Cuando llegué a la Iglesia, me di cuenta de que necesitaba más y más de Dios. Me decían que como podía estar en ese lugar a pesar de lo que me había pasado, pero me motivaba provocar el cambio que mi coordinador una vez hizo en mí. Quien sea coordinador en su comunidad sabe y ha experimentado las riquezas y satisfacciones de servir a su prójimo. Aquel que se ha atrevido a ir en contra de un ataque o burla acerca de su servicio, es porque sabe que aquellas personas que atentan en contra de su predicación aún no han experimentado la felicidad, paz, y tranquilidad que Dios puede otorgar a todo aquel que se lo pida.

Un coordinador es feliz compartiendo su corazón. No hay cosa más preciada que puedas compartir que no sea tu corazón. No puede existir una alegría que se le compare a aquella de compartir el amor más grande, que es el de Dios, con personas que aún no se lo han presentado del todo. Yo siendo un joven de apenas quince años, no conocía a Dios por completo, nadie me había compartido un pedazo de corazón que conocía a Dios hasta que mis coordinadores llegaron a mí. Un coordinador puede cansarse, puede agotarse, puede deprimirse, puede dejar de tener fe, pero sabe que lo que nunca le puede llegar a faltar es el amor de Dios ya que es sumamente infinito, es la fuente de su servicio, y sabe dónde encontrarlo. Como coordinador esto me motivaba a que nunca nadie se volviera a quedar sin probar la calidez de un corazón devoto a Dios. El coordinador sabe que sus lazos más importantes se encuentran alrededor de su servicio y comunidad, sabe que esos lazos en su mayoría son gente a las que sirvió. Los coordinadores que ya tienen un tiempo sirviendo, reconocen que los amigos más cercanos y por los que darían la vida entera se encuentran dentro de su comunidad. Por muy agotado que se encuentre el corazón después de la jornada de servir, la satisfacción de poder sentir el amor de Dios tan presente no tiene comparación.

Y sí, hay que admitirlo, en algunas ocasiones el problema no es el coordinador, si no los conflictos que surgen dentro de la comunidad. En algún momento, si has tenido duda de servir o no a causa de las personas que se encuentran en tu comunidad, ya sea porque no congenias con ellas o por cualquier otro motivo, muy probablemente hayas escuchado el clásico: “vas a servir, no a socializar y hacer amigos”. Si lo vemos desde un punto lógico, es normal que la gente que se relaciona entre si sea la que más tienda a discutir ya que es la que más convive entre sí. Una pareja, un equipo, un grupo, etc. es más susceptible a discutir por el simple hecho de que conviven más tiempo. No es un equivalente a que las relaciones se encuentren en un mal estado, es lógico y normal que una que otra dificultad surja a causa de la interacción. Es cierto que estas en una comunidad para servir, pero las personas que te rodean tienen una influencia enorme en tu desempeño y comodidad dentro del grupo. Pero ni siquiera la misma comunidad de Jesús era perfecta; entre ellos había conflictos y la gente no los veía como los más dignos de la sociedad. Es motivante saber que Jesús no tomo a los más preparados, ni a los más estudiados, ni mucho menos a los que más le eran fiel para su pequeño grupo. Jesús supo usar los talentos y características de cada uno para predicar la palabra de Dios. Es decir, escogió a alguien como yo, que era todo lo contrario a un Católico para ser un instrumento de su palabra. No tendría ningún reto el escoger a los mejores para una comunidad, seria desaprovechar y frenar el desarrollo de los talentos y virtudes que otras personas pueden aportar.

Es una idea generalizada que aquellos que más están cerca de Dios, así como los coordinadores de la parroquia, son los que menos problemas tienen y los que menos son tentados. Cualquier coordinador puede comprobar que esto es completamente falso. ¿Qué victoria seria para Satanás un alma que no cree y que no busca estar cerca de Dios? De nada sirve que un joven llegue del mundo a la Iglesia para conocer a Dios, y que un coordinador solo refleje cosas del mundo. Los que están más cerca de Dios no tienen todas las respuestas a sus preguntas, pero te aseguro que están en el camino correcto a descubrirlas gracias a que están sirviendo. Son aquellos los que están cerca a los que más los van a cuestionar. Satanás va a tentar y desafiar a aquellos que son los más fuertes, ya que son los que más pueden contrarrestar su profanación en el mundo.

Es peculiar la manera en la que muchos futuros coordinadores llegan a la Iglesia; unos llegan por equivocación, unos llegan a la fuerza, otros simplemente para socializar, y no falta el que en verdad tenía planeado llegar. Si, todos los coordinadores llegaron por diferentes motivos, pero se quedaron por el mismo, que es el amor de Dios. Desde el ángulo en que lo quieras ver, si alguien se ha quedado en la Iglesia es porque conoció algo que lo apasiona. Yo conocí un amor que jamás eh podido comparar y una pasión que quema y llena por completo mi corazón. Nadie dedica su tiempo libre a alguna actividad que no disfrute o le apasione. Los que son coordinadores saben que esto no es gratis y tampoco es fácil. Aquel que conoció lo suficiente para quedarse devoto a la Iglesia como un servidor tuvo que haber conocido las dos caras de la moneda de ser un coordinador y haber reconocido el valor que tenía el ser un instrumento de Dios.