Estaba surgiendo dentro de mi. Como el estruendo de la tierra, lo podía sentir. Hirviendo muy en el fondo dentro de mi estaba surgiendo una erupción de emociones.

Estaba dentro de mi pequeño Mercury azul mientras escuchaba la lluvia salpicando en la ventana, inmóvil por todo el peso de mi frustración. Me sentía derrotada. Este último mes, he tratado de entender qué es lo que Dios me pide con respecto al estado de una relación importante. He ido a misa, he pasado tiempo en el Santísimo, pero se me dificultaba encontrar las palabras perfectas. Y no importa la gran cantidad de “Padres nuestros” que he implorado, simplemente no podía encontrar paz. Estaba luchando por hablar con Él de la manera en que pensaba que debería hacerlo.

Pero este día, algo diferente ocurrió. Pude sentir las restricciones quebrantarse, el filtro se desvanecía. Y, como si estuviera exhalando por primera vez, las palabras escaparon antes de que pudiera empujarlas hacia abajo, “Dios, esto es muy injusto”.

Oh, traté de aguantarme y decir lo “correcto”, de ser la “mejor persona”, pero esta oración tan simple y quejumbrosa, fue la súplica más sincera que le he dicho a Dios en años. Y créanme que se sintió tan bien.

“Aquí está la cosa, te necesito. Necesito que hagas algo al respecto. Estoy cansada, muy cansada, y necesito un poco de descanso”.

Me dolía mucho el corazón, pero era la explosión que necesitaba. Con las manos en el aire, rendición total de mi corazón, cabeza y palabras.

Veo atrás en ese momento que ocurrió hace años, y sonrío. De verdad creo que ese fue el punto de inflexión de mi vida de oración. Siempre me han dicho que la oración es importante pero siempre que oraba, terminaba perpleja y frustrada. Sabía que algo faltaba, pero solo necesité de ese momento bruto e incómodo para darme cuenta de esto: Estaba pensando demasiado la oración — en realidad es más simple de lo que pensaba.

La oración no es una fórmula complicada o un proceso prolongado, es el encontrarse con Cristo en el momento — libre y auténticamente.

Dios te quiere escuchar

No estoy ciertamente segura del cómo llegué a ese punto, pero en algún momento en medio de mi crecimiento, empecé a creer esta mentira de que debía decir la “cosa correcta” para que mis oraciones pudieran ser escuchadas y, finalmente escuchadas. Pero Dios no es como un juez sentado en Su trono en lo alto separando cada uno de nuestros matices.

Él es un Padre amoroso y comprensivo. Él prefiere abrazarte mientras divagas sobre cada frustración que hayas tenido ese día antes de sentarte a decir el Rosario con gran indiferencia. Él ansía una relación contigo y para poder iniciarla es necesaria la autenticidad — una voluntad verdaderamente humilde de ser directamente real.

Práctica para llevar: A Dios no solamente le importan tus palabras, sino también el estado del corazón detrás de esas palabras. Cada día, cuando tomas un momento para orar, primero que nada, respira profundamente y pregúntate “¿cómo me siento en este momento? ¿cuál es el estado de mi corazón (feliz, triste, enojado, indiferente…).” Luego, antes de saltar a cualquier otra intención en tu tiempo de oración, justo como harías con un buen amigo, dile al Señor cómo te sientes.

Dios te responderá (Pero no siempre de la manera que crees)

Esto. Rayos. Esto suele ser la parte más difícil de la oración para mi. No hay nada peor en una relación es desahogar mi corazón a alguien y luego… silencio total.

Todos amamos la gratificación instantánea. La amamos no porque seamos engreídos o vanidoso, pero es porque estamos muy acostumbrados a ello. Gracias a los mensajes de texto y a las alertas de las notificaciones es difícil esperar una respuesta, de cualquiera, más aún esperar una respuesta de Dios que opera fuera del tiempo y el espacio. Pero lo bello de esto es que cuanto más tiempo recemos, conocemos a Dios mejor, y entre mejor lo conozcamos, seremos más rápidos en reconocer Su voz en nuestras vidas. Él nos habla a cada uno de nosotros de manera diferente, pero se requiere tiempo y paciencia para aprender a identificar Su voz.

Práctica para llevar: La mejor manera “a prueba de tontos” para identificar la voz del Señor en nuestras vidas es hacer dos simples preguntas: “¿Lo que estoy escuchando es bueno, verdadero y hermoso? ¿Lo que estoy escuchando me brinda paz?” La Palabra de Dios está siempre viva y presenta en las Escrituras, pero podemos escuchar Su voz en otros lugares, como por medio de la sabiduría y la consolación de nuestros amigos, la letra de alguna canción, una homilía, el mensaje de una película… pero de la manera más común es en la paz interna de nuestros corazones.

Práctica extra para llevar: Empieza con las Lecturas del domingo. Cada sábado, lee las lecturas del siguiente día, medítalas no una vez, sino dos, y pregúntate, “¿Qué parte de las lecturas aplica a mi vida?¿Qué es lo que Dios quiere decirme a través de ellas?” Deja que esto inicie una conversación con alguien más o pasa tiempo en una reflexión silenciosa.

Se paciente. Una vida de oración que brinde frutos es un proceso lento y constante

Para que la oración pueda brindar frutos, toma tiempo y muchísima alimentación de ella.Y, aunque ya esté en un momento donde estoy cómoda y con la confianza para ser real con el Señor, todavía necesito hacer un gran esfuerzo para crecer más profundamente en la oración.

Una vez tuve un amigo que me explicó la oración como si fuera una escalera en espiral. Conforme vamos creciendo, nuestra misión es llegar a la parte más arriba de la escalera — el Cielo — a veces subimos una gran cantidad, pero solemos retroceder unos pasos, en veces ni nos movemos, pero todo este tiempo se puede ver un progreso. Muchas veces me pregunto, ¿De verdad estoy subiendo la escalera o estoy quieta? ¿Estoy alimentando mi relación con Dios? ¿Estoy dándome el tiempo suficiente para hablar con Él sin interrupción alguna? ¿Estoy rodeada de amigos que en sus acciones me recuerdan a Su bondad? ¿Me estoy empapando de Su Palabra? Cada uno de estos momentos deben de ser una extensión de mi relación con Él. Cada día debería ofrecerme un encuentro con el Amor Mismo.

Práctica para llevar: Tómate un tiempo y pregúntate lo siguiente:

  1. ¿Cómo ha sido mi vida de oración en el pasado?
  2. ¿Cómo es mi vida de oración el día de hoy?
  3. ¿Cómo quiero que mi vida de oración sea en un futuro?

Identifica lo bueno de tu vida de oración del día de hoy y sigue haciéndolo, luego escribe las áreas a mejorar. Una vez que hayas identificado esas áreas a mejorar, realiza un plan que se pueda llevar a cabo. Yo hago un buen trabajo platicándole a Dios en mis momentos del día a día (cuando estoy cocinando, trabajando, etc.), pero no hago un tan buen trabajo dándome un tiempo cada día sin distracciones para hacer oración. Así que mi meta es empezar a rezar todos los días a las 8 de la mañana por 10 minutos.

Cuando me doy cuenta de lo que está sucediendo, y soy paciente, recordando que mi relación con Dios es solamente mía y de nadie más, me transformo por la simplicidad de la oración. No se trata de comparar mi vida de oración con otros, aunque hay varios santos que inspiran a la búsqueda del Señor. La oración es reconocer que nuestra relación con Dios es un recorrido, y que cada día es una nueva oportunidad para aventurar incluso a alturas mayores con el amor de nuestras almas.

Así que, ¿qué es lo que esperas? Acude a Él. Dile todo lo que necesitas decirle, y deja que Él te ame a cambio.

 coolaboración con LifeTeen